miércoles, 4 de enero de 2012

Tan real...

Era real, mi estómago lo afirmaba. No sentía mariposas al verle, sentía un ecosistema entero dentro de mí. Era todo aquello lo que me encantaba de nosotros dos: que nada había cambiado, seguíamos dispuestos a dejarnos los labios en un beso, a dejar el alma herida de tanto querernos, desgastar todas y cada una de las canciones de amor.
A día de hoy no hemos cambiado nada, seguíamos siendo unos locos, enamorados, jóvenes, tan perdidos en los ojos del otro y con tantas ganas de comernos el mundo (o a besos) que acabaremos cualquier sábado frío tirados en cualquier lugar, sin necesitar más abrigo que nuestros abrazos, y sin usar más palabras que un silencio, porque nuestros corazones están tan cerca que no necesitan palabras para entenderse.

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